Pablo Guerrero, un joven aragonés que reside en Alcalá de Gurrea y antiguo alumno de la EFA El Salto es el propietario de la única granja de terneros de su pueblo.
Reproducimos aquí una entrevista que le hicieron en El Heraldo de Aragón
Pablo Guerrero tenía 18 años cuando decidió invertir dinero en una granja de terneros en Alcalá de Gurrea. Pese a su corta edad, su experiencia no era poca. Desde los 14 años había trabajado en el mundo de la ganadería ayudando a sus padres y a sus abuelos en esta localidad oscense. Aunque al principio parecía una decisión arriesgada la de hacerse autónomo para tener sus propios animales, primó su pasión por este trabajo, así que se preguntó: «¿Por qué no invertir en mi propia granja?»
Podría parecer algo precipitado, teniendo en cuenta, además, que cada vez hay menos personas jóvenes dedicadas al mundo de la ganadería. Precisamente, uno de los mayores desafíos del sector agrario, tanto en España como en el conjunto de Europa, es garantizar el relevo generacional en un sector donde un tercio de los jefes de explotaciones tienen más de 65 años y se prevé que dos de cada tres agricultores estará en edad de jubilación en 2030, según datos del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación.
Pablo quiso ser la excepción. Por eso se puso manos a la obra para conseguir su propia granja. «Yo era consciente de que es una decisión peligrosa porque es una inversión de mucho dinero, pero afortunadamente contaba con el respaldo económico de mis padres», cuenta este oscense que reside desde 2008 en Alcalá de Gurrea.
Este joven emprendedor quiso luchar por lo que le gustaba y por aquello que había estudiado durante un tiempo. Se formó durante dos años en la EFA El Salto de Zuera en un Grado Medio de Producción Agropecuaria, mientras colaboraba en la granja de sus padres. «Es más hice las prácticas con ellos», explica Pablo entre risas.
Tras unos meses estudiando lo que más le gustaba, no se lo pensó dos veces e invirtió. «Cuando tenía 18 empezamos a mirar la granja, pero no fue hasta los 20 cuando ya tenía la edificación y los animales conmigo», confiesa Guerrero, que ahora ha cumplido 23 años y que asegura que este tiempo trabajando con los animales de manera autónoma han sido muy gratificantes.
«Te tiene que gustar mucho porque los animales no entienden de vacaciones, fines de semana o virus»
No obstante, sostiene que, viendo ahora el asunto con perspectiva, el mayor beneficio lo obtendrá «a largo plazo». «Aunque al principio la decisión pueda parecer peligrosa y sean explotaciones que cuestan mucho dinero, es como comprar un piso, solo que aquí inviertes en algo que, a largo plazo, sé que me dará beneficios», explica Pablo, que asegura que esta es la forma de «sembrarse el futuro» en su pueblo.
Alcalá de Gurrea, un municipio oscense de unos 200 habitantes, es el crudo ejemplo de la situación de la ganadería. Este vecino de la localidad cuenta que hace unos años eran cinco las explotaciones agrarias del municipio y ahora tan solo queda la de la familia de Pablo. «Cada vez hay menos y es que puede convertirse en un negocio insostenible», asegura este joven. E incide en la diferencia entre tener ganado propio o de terceras personas. En su caso, está integrado en una ganadería, por lo que el riesgo es menor. «Ellos me traen el ganado y se lo llevan cuando quieren, al final pagan como un alquiler por la explotación y la mano de obra», manifiesta.
Su granja cuenta con unos 460 terneros, poco menos de la capacidad máxima establecida, que es de 480 porque, ante todo, buscan primar el bienestar animal.
La ganadería, un oficio sacrificado
Pablo, al igual que sus padres en su granja de cerdos, trabaja de lunes a domingo, mañana y tarde. Su horario laboral comienza a las 7.00, que es cuando da la leche a sus terneros. De 13.00 a 15.00 tiene un descanso y luego se reincorpora para volver a alimentar a los animales.
Aunque este joven se muestra muy agradecido por poder trabajar en aquello que le apasiona, cuenta que es «un oficio muy sacrificado». «Al final te tiene que gustar mucho porque no entiende de vacaciones, de fines de semana o de virus -explica-. Si estás malo, tienes que ir a la granja, si sales por la noche, tienes que ir, y, aunque sea Navidad, también se va».
Y es que, aunque los fines de semana descansa algo más, los ganaderos no tienen mucho tiempo libre. Este puede ser el motivo principal por el que muy pocos jóvenes optan por esta actividad. «O lo heredas o no te metes a ello, yo no conozco a nadie que diga quiero ser ganadero», explica.
Precisamente ese fue el caso de Pablo, que aunque no heredó el negocio, sí llevaba en los genes las ganas por dedicarse a la ganadería y montar su propio rincón de animales. En su caso, además, contó con una serie de ayudas relacionadas con la incorporación de jóvenes al sector contempladas en el Plan Estratégico de la PAC 2023-2027.
Para optar a ellas, los solicitantes deben tener menos de 41 años y comprometerse a instalarse en una explotación agraria viable económicamente como jefes de explotación de la misma. «Yo cumplía con los requisitos y, aunque en comparación con la inversión total no es mucho, al final es algo que te cae del cielo y que también ayuda», asegura Pablo.
Este joven de 23 años ha conseguido ser el propietario de su propia granja de terneros y quedarse a vivir en su pueblo. Ahora, solo le queda mantener el que ha sido su sueño.